Cuando el hambre no es del cuerpo, sino del corazón
Reconocer que el impulso de comer no viene del estómago sino de una emoción ya es un gran paso. La comida calma por un instante, pero trae consigo culpa y malestar. Parar, respirar y reflexionar te permite responder de una forma más saludable: entender qué emoción hay detrás y atenderla con cuidado.